Congresos Anteriores


París
08-10 de noviembre de 1999


Congresos Anteriores

  • Cartagena, Colombia
    02-04 de marzo de 2017
  • Ciudad del Cabo
    30 de agosto-01 de septiembre de 2012
  • Atenas
    30 de junio-02 de julio de 2008
  • São Paulo
    27-29 de octubre de 2003
  • París
    08-10 de noviembre de 1999
  • Nueva York
    09-11 de septiembre de 1996
  • Berlín
    15-17 de septiembre de 1992
  • Estocolmo
    20-22 de junio de 1989
  • Lima
    20-23 de junio de 1986
  • Albufeira
    07-10 de abril de 1983
  • Madrid
    12-14 de noviembre de 1980
  • Vancuver
    03-05 de noviembre de 1978
  • Ginebra
    26-28 de noviembre de 1976
  • Viena
    26-29 de junio de 1972
  • Eastbourne
    16-20 de junio de 1969
  • Stockholm
    05-08 de mayo de 1966
  • Bruselas
    05-06 de septiembre de 1964
  • Amsterdam
    09-12 de septiembre de 1963
  • Roma
    23-27 de octubre de 1961
  • Hamburgo
    14-17 de julio de 1959
  • Viena
    02-06 de julio de 1957
  • Londres
    12-16 de julio de 1955
  • Estocolmo
    15-18 de julio de 1953
  • Milán
    17-21 de octubre de 1952
  • Francfurt
    30 de junio-03 de julio de 1951
Print this article   Email this to a friend

Congresos

XXI Congreso de la Internacional Socialista, Paris

08-10 de noviembre de 1999


DECLARACION DE PARIS


LOS DESAFIOS DE LA GLOBALIZACION

 1. La humanidad está viviendo un cambio de era, marcado por el fenómeno de la globalización. Pasamos de la sociedad industrial a la sociedad de la información, del conocimiento, con rapidez y profundidad desconocidas en anteriores cambios históricos.

2. La revolución tecnológica, incluida la biotecnología y, particularmente, la información, es el factor desencadenante de este proceso histórico. Con la globalización de la información, de la economía, del comercio y de los movimientos de capital, se abren espacios de oportunidad completamente nuevos, que permiten iniciativas transformadoras de dimensiones extraordinarias, como muestra la incorporación de nuevos países y regiones al desarrollo y los avances científicos en materia de medicina o en la producción alimentaria. Hasta hoy, sin embargo, los efectos más llamativos son los lacerantes incrementos de la desigualdad en todas las sociedades nacionales y entre las distintas zonas del mundo.

Por ello, los rasgos que más se resaltan ante la opinión pública son:

- La globalización de la información, como revolución comunicacional que acorta tiempo y distancia, estableciendo relaciones, en tiempo real, con cualquier rincón del planeta y sobre cualquier materia. Su carácter preferentemente unidireccional, sin el diálogo necesario para conocer al otro, está provocando rechazos culturales, afirmaciones de identidad frente a lo que se siente como una amenaza homogeneizadora.

- La globalización de la economía y el comercio, que produce una alteración sustancial de la dimensión y estructura de las empresas y de los mercados, de las relaciones industriales y de la localización de las inversiones. Aumenta la productividad, se produce paro tecnológico, se reparten sin equidad los excedentes y se cuestiona el concepto tradicional de empleo.

- La globalización del sistema financiero y el aumento exponencial de los movimientos de capital a muy corto plazo, sin marco regulatorio que los haga previsibles. Más del 90 por ciento de estos flujos de capital se realizan en un plazo inferior a una semana, sin que respondan a las clásicas operaciones de intercambio de bienes o servicios. Desde el comienzo de la década, continuas crisis azotan a países y regiones enteras, amenazando con generalizarse y provocando fuertes caídas del crecimiento, la renta y el empleo de las zonas afectadas. El fenómeno tiende a aumentar con la liberación del ahorro disponible, tras los ajustes presupuestarios de la mayor parte de los países del mundo. Las crisis financieras de esta década, han puesto de manifiesto el efecto perverso del doctrinarismo neoliberal.

La gran paradoja de este momento histórico, es que nunca antes se habían ofrecido a los seres humanos más posibilidades de luchar contra problemas ancestrales de desigualdad, de hambre, de enfermedad o carencias de educación. Pero las oportunidades están siendo utilizadas para aumentar las distancias, no para acortarlas. Nuestra decisión es cambiar esta orientación, para utilizar la globalización en beneficio del progreso humano.

Una de las más graves desigualdades que aún persisten es la que se da entre hombres y mujeres, a pesar de que el movimiento feminista ha supuesto uno de los más importantes avances de este siglo.

La interdependencia es cada vez mayor, en la medida en que la escala de los grandes problemas se hace planetaria, ya se trate de crisis financieras, de flujos migratorios, de deterioro medioambiental o de conflictos bélicos.

Los países centrales han sido capaces de periferizar las consecuencias más graves de las crisis financieras, evitando el contagio y limitando sus efectos a los países y regiones emergentes, pero cada vez resulta más claro que no pueden permanecer al margen de ninguno de estos estallidos. El Sudeste Asiático, Rusia y América Latina, amenazan con contagiar la epidemia, transformándola en pandemia.

La destrucción de las selvas tropicales preocupa gravemente en los países centrales como una prioridad más acuciante que la de los países que las poseen acompañadas de hambre y subdesarrollo.

3. La caída del muro de Berlín, hace una década, supuso el símbolo político de este cambio de era. Se cerraron las puertas de las terribles certidumbres de esta segunda mitad del siglo XX y se abrieron las ventanas de las incertidumbres esperanzadas de un nuevo siglo.

La liquidación del modelo comunista, como alternativa totalizadora a las democracias "capitalistas", aceleró la presión neoconservadora, neoliberal, arrastrándola a una simplificación arrogante y fundamentalista, que les llevó a confundir economía de mercado con sociedad de mercado, a proclamar el pensamiento único y el fin de la historia.

La resultante ha sido, sin embargo, la emergencia de la gran diversidad de identidades culturales oculta bajo el pensamiento sistematizador de los dos modelos de referencia en que se basaba la política de bloques y el equilibrio del terror. Las reacciones de rechazo a la agresividad del fundamentalismo neoconservador, ha vuelto a un número creciente de ciudadanos y ciudadanas hacia las ofertas más solidarias del socialismo democrático, del laborismo o de otras alternativas progresistas. Esta situación abre las puertas a una renovada izquierda democrática, que sea capaz de comprometerse con el cambio y utilizar los nuevos instrumentos disponibles para conseguir sus objetivos de justicia, libertad y solidaridad.

En numerosos países, la liquidación de la política de bloques y la caída del muro, ha supuesto la recuperación de las libertades perdidas y la afirmación de los sistemas democráticos. Los esperados "dividendos de la paz" no llegan. Lo que se supuso oportunidad para un nuevo orden internacional superador del equilibrio del terror, se ha convertido en un desorden generalizado en los aspectos de seguridad, económicos y financieros. El multilateralismo con un solo polo de poder, se está convirtiendo en multiplicidad de conflictos étnicos y culturales, de nacionalismos excluyentes que destruyen fronteras establecidas y amenazan con nuevas disgregaciones.

4. Los efectos de la revolución tecnológica, de la globalización económica y financiera y de la desaparición de los bloques antagónicos, están siendo trascendentales en el ámbito de realización de la democracia y la soberanía: el Estado Nación.

Las políticas macroeconómicas, constreñidas por el funcionamiento de los mercados financieros globales, han visto reducirse sus márgenes de maniobra, obligadas a cumplir severos requerimientos en materia de déficit, inflación, etc. El terreno de las alternativas se ha trasladado, no sin dificultades conocidas, a la discusión sobre la mezcla de ingresos y gastos que han de producir el resultado macro requerido, no al resultado mismo que nadie cuestiona seriamente. Hay, también, dificultades para armonizar políticas monetarias de estabilidad de precios y políticas de crecimiento generadoras de empleo.

La propia estructura del Estado Nación está cambiando en un doble proceso de descentralización: hacia arriba, creando ámbitos supranacionales que buscan mayor capacidad de respuesta a los nuevos desafíos, ante la insuficiencia del espacio nacional conocido; hacia abajo, en procesos de distribución territorial interna del poder, a la búsqueda de mayor flexibilidad, mayor proximidad al representado y, a veces, mayor adecuación a las identidades diversas. Se abre paso el criterio de la subsidiariedad como guía del reparto del poder, pero aún se menosprecian los criterios de identidad y de cohesión de los conjuntos resultantes, sin los que los riesgos de desintegración social y territorial pueden aumentar. Las estructuras centralizadas y llenas de intervencionismos exagerados de cualquier naturaleza, han pasado a la historia, abriendo la discusión sobre la dimensión necesaria del Estado para la nueva era. En los procesos de descentralización hacia arriba y hacia abajo, el Estado Nación es el verdadero garante de la cohesión de esos conjuntos. Por eso su papel es imprescindible.

Las funciones mismas de la política se están alterando. La tendencia al Estado Mínimo, propia de la ideología neoliberal que impregna al nuevo conservadurismo, está siendo acompañada del reforzamiento de los nuevos actores de la que se pretende sociedad de mercado, más que economía de mercado, en vez de sociedad democrática. La confusión lleva a un individualismo desintegrador del espacio público en el que se realizan valores de convivencia, libertad y cohesión. Se confunde "valor y precio", menospreciando todo lo que añade valor sin equivalencia con la regla de oro de la optimización del beneficio. El espacio de la política se ha estrechado, perdiendo autonomía para representar intereses generales en su ámbito de realización histórica, el Estado Nación, y sin capacidad para responder a los fenómenos que trascienden las fronteras nacionales como consecuencia de la globalización.

Derechos que se proclaman universales, como el derecho a la educación o a la salud, no encuentran la correspondencia de obligaciones políticas para darles satisfacción. El sector público no sólo se retira de la actividad productiva directa, que es aceptable como tendencia, sino que se cuestiona también su responsabilidad para satisfacer los derechos reconocidos. El desafío que plantea la sacralización del mercado, en lugar de su uso al servicio de ciudadanas y ciudadanos, genera problemas crecientes en los procesos de privatización, sin reglas, de sectores que atienden a servicios públicos tradicionales, como las comunicaciones, las telecomunicaciones, la energía o los transportes, generadores de igualdad o desigualdad de oportunidades.

El espacio y la función de la política está cambiando, sin duda, pero el debate no puede plantearse a la defensiva, ni resignándose a corrientes de pensamiento que colocan la optimización del beneficio inmediato en el frontispicio de toda tarea política. Los poderes públicos deben impulsar una economía de mercado eficiente, pero además, deben garantizar la igualdad de oportunidades de las personas, satisfacer sus derechos universales, defender a los consumidores frente a las naturales tendencias monopolistas del mercado. Relación crítica con el capitalismo, que ha definido históricamente nuestro enfoque político, mejorando la capacidad redistributiva y, al tiempo, dando sostenibilidad al modelo. Salir de monopolios públicos, para caer en oligopolios privados cuyo único fin sea la optimización del beneficio de las empresas, puede conducir a una grave desigualdad, como la que se está poniendo de manifiesto en muchos países.

5. Este cambio de era está impactando con fuerza en la realidad internacional, poniendo de manifiesto la obsolescencia y la inadecuación de las estructuras nacidas en la postguerra, adaptadas a los requerimientos y constricciones de un mundo organizado en torno a dos bloques hegemónicos. No sólo en materia política y de seguridad, sino en los terrenos económico-comerciales y financieros. Los cambios políticos y tecnológicos, los problemas medioambientales, la afirmación de identidades culturales, los incontenibles flujos migratorios, frente a la pérdida de funciones y de autonomía de la política, provocan desorden e ineficiencia. Los desafíos se hacen cada vez más globales, la política se reduce al ámbito de lo local, sin instrumentos para responder a estos retos universales. Los problemas de gobernabilidad de la seguridad, de la paz, de la economía y las finanzas, del medio ambiente, explican la incertidumbre, el aumento de la desigualdad y del desorden.

Ante las agresiones a la paz, las limpiezas étnicas, la violación masiva de los derechos humanos, los conflictos regionales, la estructura de Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, aparecen como impotentes, carentes de medios y bloqueadas en sus métodos de toma de decisiones. La difusión de tecnologías armamentistas de destrucción masiva, grupos terroristas con acceso a armamento sofisticado, criminalidad organizada internacionalmente, con la misma facilidad de acceso a las nuevas tecnologías, constituyen amenazas para las que no tenemos instrumentos adecuados en la comunidad internacional.

En el campo económico y comercial, los avances de la Organización Mundial del Comercio no son suficientes para buscar nuevos equilibrios de los intercambios entre países con distinto nivel de desarrollo. La solidaridad con los países emergentes o pobres, no es compatible con las prácticas proteccionistas que producen este desequilibrio. Tampoco tenemos instrumentos para evitar la explotación del trabajo infantil o forzado como las más lacerantes manifestaciones del "dumping" social, ni para garantizar el respeto a las propias reglas de juego establecidas. El desfase entre los principios inspiradores del OIT y sus capacidades de acción concreta, muestran las carencias de la comunidad internacional frente a la dimensión social de los problemas. El programa de Naciones Unidas para el Desarrollo introduce elementos muy apreciables para medir el desarrollo sostenible.

En el orden financiero, después de la crisis del sistema de Bretton Woods, y tras los espectaculares cambios producidos en los flujos financieros a corto plazo, el FMI, el Banco Mundial y las instituciones financieras regionales, se encuentran con claras insuficiencias para responder a las cada vez más frecuentes turbulencias financieras. Las divergencias entre FMI y Banco Mundial, son explicables ante las funciones diferentes de ambos organismos y la obsolescencia de sus reglas. La nueva realidad emergente de la globalización, está cambiando las fronteras tradicionales del desarrollo, incorporando a regiones otrora preteridas, pero excluyendo dramáticamente a otras que se hunden en la pobreza.

Para otros desafíos, como los relacionados con la preservación del medio ambiente, no sólo no existen instrumentos al nivel en que se plantean, sino que los que se han intentado poner en marcha tras las cumbres de Río y Kioto, más que avanzar en las soluciones revelan las profundas discrepancias entre países centrales y emergentes, así como la marginación de los excluidos de la globalización.

Pero la mayor paradoja, por la dificultad de la respuesta y las contradicciones que entrañan para todos, es la que se plantea a un mundo que va haciendo desaparecer las fronteras y las barreras para la información, el comercio, las inversiones, los movimientos de capital y el intercambio de servicios, mientras que levanta murallas a la libertad de movimientos de los seres humanos. ¡Todo libre para moverse, salvo las personas, prisioneras de su propio destino en su propia tierra, aunque le depare un porvenir intolerable, indigno!. No obstante, los flujos migratorios, a pesar de las reacciones xenófobas que recorren el mundo, se están mostrando incontenibles sin que seamos capaces de prever sus consecuencias, para nuestras sociedades y para las sociedades de origen. Más del 50 por ciento de las migraciones son femeninas y las provocadas por razones de persecución política, etnico-cultural o religiosa, siguen aumentando.

La cuestión clave de la nueva era que se abre es, por ello, la gobernabilidad, y la posibilidad de hacer sostenible, en el sentido social, económico, medioambiental, humano en fin, el modelo de lo que se ha dado en llamar sociedad de la información o, más pomposamente, del conocimiento.


Nuestro compromiso:

EL PROGRESO GLOBAL

En la historia de las organizaciones que integran hoy, en su momento de mayor expansión, la Internacional Socialista, la convergencia en cuanto a los objetivos de conquistar sociedades más justas, más libres e igualitarias, más cohesionadas, ha convivido con una gran variedad de tradiciones, y versatilidad respecto de los instrumentos y los modelos de actuación, para avanzar hacia esos objetivos definidos por nuestro compromiso con la solidaridad. Nada más natural en una corriente histórica plural y democrática, respetuosa con las identidades de cada país, con las prioridades inmediatas de cada momento histórico en las sociedades nacionales.

Al mismo tiempo, el socialismo democrático, el laborismo y otras corrientes del pensamiento progresista, han sido capaces, en cada época de la historia, de renovarse, de iniciar nuevas etapas, como nos recordaba Willy Brandt. En Europa, por ejemplo, la socialdemocracia ha demostrado su potencia reformadora, al tiempo que se puso de manifiesto el fracaso del llamado "socialismo real". La capacidad de tener nuevos inicios del pensamiento socialdemócrata, nace de su voluntad de justicia, fundada en una exigencia de libertad. Esta convicción nos separó y enfrentó con el pensamiento totalizador del comunismo, que mostró su incompatibilidad con la libertad de los ciudadanos. El carácter reformador, actualizador de los instrumentos para conseguir nuestras aspiraciones, nos define frente a las alternativas cerradas, que confunden, sistemáticamente, instrumentos y objetivos, como si de una religión o un sistema inamovible se tratara.

Por eso respetamos y valoramos los diferentes esfuerzos de renovación de ideas que se están produciendo en distintos foros de debate, por partidos miembros de la Internacional Socialista, o por otras formaciones progresistas y en diversas regiones del mundo. Constituyen alternativas valiosas para abrir nuevos caminos al pensamiento y a la acción, frente al nuevo conservadurismo. Hay muchos elementos de convergencia, no sólo en los objetivos solidarios en las sociedades nacionales y en la comunidad internacional, sino en la comprensión del fenómeno de cambio de era que estamos viviendo con la globalización de la información, de la economía y las finanzas o con la liquidación de la política de bloques, que nos exige reformas en nuestros instrumentos de acción política, en los propios contenidos de las políticas a aplicar. Y, si esto es así, también debe constituir un elemento de convergencia el respeto por la diversidad cultural de cada una de las sociedades, que muestran la versatilidad de los seres humanos y de las comunidades en que se integran, para avanzar hacia objetivos compartidos. Esta pluralidad, puede y debe confrontarse en un diálogo abierto y respetuoso, cuyo fruto dará lugar a un mestizaje de experiencias que pueden transferirse de una cultura a otra.

Lo que nos une es lo esencial: la solidaridad para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos, para conseguir una mayor justicia social, partiendo del respeto universal a los derechos humanos, la igualdad de género y las libertades individuales y colectivas que fundamentan la vida democrática.

Lo que, en apariencia, parece separarnos, se convierte con este enfoque abierto y dialogante, en espacio de enriquecimiento que nos permitirá compartir la interdependencia y actuar sobre ella para avanzar en nuestros objetivos.

El debate iniciado, que debemos continuar, nos compromete con una oferta global y renovada de objetivos para enfrentar los desafíos de la nueva era, aprovechando las inmensas ventanas de oportunidad que se abren, y minimizando los riesgos que entraña si quedan en manos del individualismo disgregador del fundamentalismo neoliberal.

Debate abierto con participación de sectores comprometidos con la ciencia y la innovación, con la defensa de la naturaleza, con nuevos emprendedores en la economía o en la cultura, con ciudadanos y ciudadanas responsables de su entorno social próximo o distante. Este debate debería ser valiente en el análisis de nuevas realidades que revolucionan el conocimiento y en la renovación de instrumentos de acción.

La solidaridad, como uno de los valores que definen nuestra identidad, ha guiado siempre las propuestas de redistribución, sea de bienes materiales, de educación, de sanidad o de seguridad en la vejez. Orienta nuestra lucha por la igualdad de géneros, así como contra la discriminación por razones de origen, creencias o de cualquier tipo.

Sin embargo, conocemos los peligros de pasividad que pueden producirse con las políticas de redistribución, si el reconocimiento y la satisfacción de derechos universales, no van acompañados de la responsabilidad cívica; así como conocemos las dificultades de sostenibilidad de políticas solidarias en las sociedades con sólidos sistemas de bienestar, sometidas a presiones antirredistributivas. Por eso apelamos al equilibrio entre derechos y responsabilidades, entre políticas activas que avancen en la inclusión del mayor número de personas y políticas universales que eviten el olvido de los excluidos.

Nuestra propuesta incorpora la redistribución de la capacidad emprendedora, el fomento de la creatividad personal, de la iniciativa con riesgo, por el valor que añade socialmente, mediante la creación de riqueza y oportunidades para otros. El impulso del espíritu emprendedor en materia económica, social y cultural, es una nueva dimensión de la solidaridad que debe cambiar las actitudes sociales ante la gente emprendedora, modificar los sistemas educativos y la formación, generando una nueva cultura capaz de premiar la iniciativa y la creatividad de los individuos. La redistribución de la capacidad emprendedora, vista en este sentido cooperativo, es una forma de expresar la solidaridad, que contrasta con el fomento del individualismo mercenario, descomprometido con la sociedad.

El 2000 es para nosotros el arranque de un renovado compromiso para dar dimensión social a la globalización en curso, para ponerla al servicio de los seres humanos. Al comienzo de este nuevo milenio, presentaremos una plataforma global de nuestras coincidencias y compromisos ante los desafíos de la nueva era. La completaremos con aportaciones regionales, coherentes con la misma, (europeas, latinoamericanas, africanas u otras) que den cabida a las prioridades que les sean propias para enfrentar estos retos. Con estas bases, desarrollaremos programas nacionales, adaptados a nuestras identidades propias, abiertas al intercambio de experiencias útiles para los otros.

Queremos promover y mejorar la democracia representativa y la participación cívica. Es fundamental para la sociedad en su conjunto que hombres y mujeres tengan una participación más igualitaria y compartan responsabilidades tanto en la vida pública como privada, de tal forma que la perspectiva de género se incorpore en todas las políticas, en todos los niveles y escenarios.

Acogemos con satisfacción el trabajo desarrollado en estos tres años por la Comisión Progreso Global. Los frutos de estos debates, se transformarán en propuestas de acción.

Esta es la Internacional que queremos. Coincidente en valores y objetivos globales. Diversa y abierta en los instrumentos para alcanzar estos objetivos, de acuerdo con las prioridades inmediatas y las identidades de las sociedades a las que nos dirigimos.

Una organización dialogante. Cada vez más universal. Con espíritu solidario para luchar contra la injusticia y la desigualdad. Activa en los foros internacionales, para proponer las reformas que la nueva era de la globalización está exigiendo.

Por ello, reunidos en París, en los albores del nuevo siglo,


DECLARAMOS

La primacía de la política para dar respuesta a los desafíos de la globalización. La recuperación de su autonomía para representar los intereses generales, expresados soberanamente por los ciudadanos y las ciudadanas, en democracias que abarquen a todos los países del planeta. Nuestra tarea consiste en impulsar respuestas y acciones frente a los desafíos de nuestro tiempo, para lograr más libertad, más igualdad, más solidaridad.

La ciudadanía comprometida, frente al fundamentalismo excluyente o al que propone abandonarlo todo a la "mano invisible" del mercado, es nuestra apuesta y nuestra oferta de renovación y fortalecimiento de los sistemas democráticos. Queremos sociedades libres, con personas responsables de su destino individual y colectivo, respetuosos de la diversidad, capaces de abrir nuevos espacios que creen valor para las comunidades en las que viven y para la sociedad universal.

Nos dirigimos a los que sienten la solidaridad como el más noble de los impulsos del ser humano, para luchar contra las desigualdades, para ofrecer oportunidades nuevas a través de la educación, el empleo, la lucha contra la pobreza y el hambre. Nos dirigimos a hombres y mujeres de distintas culturas, de distintas regiones del mundo, para que se comprometan en tareas comunes, con objetivos compartidos, fortaleciendo una gran corriente de esperanza en las posibilidades del ser humano ante la nueva era que se abre.

Somos conscientes de que nunca como hoy existieron los medios para resolver estos grandes retos. La inteligencia puede abarcarlos. Depende de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de compromiso alcanzar los objetivos, poniendo los avances tecnológicos al servicio del ser humano.

El socialismo democrático ha nacido y se ha desarrollado, en una permanente relación crítica con el capitalismo. La lucha por la justicia social, por la igualdad de género, contra la discriminación, por las mejoras en la redistribución, que definen la solidaridad, explican esa relación crítica como razón de ser. Respetamos y defendemos la función creadora de riqueza del mercado. La democracia siempre se ha desarrollado en sociedades de libre empresa, pero no pedimos al mercado lo que no puede ofrecer. Constatamos que hay sociedades con mercado y sistemas autoritarios, en tanto que no se dan sociedades democráticas sin mercado. Por eso no confundimos mercado y democracia. Hay valor para los seres humanos, más allá y al margen de las reglas de optimización del beneficio. La educación, la salud, la cultura, añaden valor, ayudando a un buen funcionamiento de la economía abierta y haciéndola más sostenible en el tiempo, pero no son generalizables mediante las reglas del mercado. Esta relación crítica, que ha facilitado la redistribución de bienes y de oportunidades, ha hecho más fuertes en la competencia y más estables a las sociedades en las que el socialismo democrático ha influido decisivamente.

Es tarea de la política, es decir, del compromiso cívico democrático para ordenar la convivencia, hacer real la libertad, ofreciendo igualdad de oportunidades más allá de las fronteras del mercado. Afecta a todas las sociedades, en cualquier nivel de desarrollo, porque forma parte de las conquistas de cohesión social por venir o de la reforma y mejora de las ya adquiridas.

La gobernabilidad de la globalización, nos exige la mejora y el fortalecimiento de la política, de la calidad y extensión de la participación democrática, en todos los niveles, desde el local, pasando por el nacional o los espacios regionales que agrupan a las naciones, hasta la comunidad internacional. Un mundo sin compromisos y sin reglas, tiende a la desigualdad, a la fractura. Combatiremos con decisión esta visión que está generando desconfianza e incertidumbre, desigualdad y conflicto en todos los rincones del planeta.

Apostamos por políticas económicas sanas, equilibradas, capaces de generar crecimiento y empleo. Política monetaria y económica forman un tandem al servicio del crecimiento estable y del empleo. Combatimos el reduccionismo monetarista.

Es responsabilidad de la política fomentar la actividad, aumentar la capacidad de competir de las empresas, evitando las tendencias monopolísticas propias del desarrollo del mercado y mejorando la posición de los consumidores.

Es responsabilidad de la política satisfacer derechos universales a la educación, a la asistencia sanitaria, a la atención en la vejez, a la protección de la infancia y la juventud. La dignidad de las sociedades se mide por su capacidad de comprometerse con esas metas que crean igualdad de derechos básicos.

Es responsabilidad de la política que los servicios públicos de transporte, energía, comunicaciones, telecomunicaciones, sean cuales sean sus métodos de gestión o su propiedad, cumplan los requerimientos de igualar las oportunidades de las ciudadanas y los ciudadanos en el territorio, evitando las concentraciones insoportables de población en grandes urbes que generan nuevos "guetos" de marginalidad y exclusión.

Es responsabilidad de la política preservar el medio ambiente, como un valor intergeneracional que exige solidaridad con los que van a ocupar nuestro lugar mañana.

Es responsabilidad de la política defender los derechos humanos en todos los rincones del mundo, frente a las violaciones que pretenden ocultarse en diferencias culturales, pero son sólo manifestaciones aberrantes de la lucha de poder. La igualdad de derechos entre los géneros no es un problema cultural, es un requerimiento básico del ser humano. La integridad física y moral, es un derecho básico y universal, como la libertad individual y colectiva.

Es responsabilidad de la política avanzar en un nuevo orden internacional que garantice la paz y la seguridad, respetando la diversidad de identidades, aprendiendo a compartir valores diferentes pero respetuosos con los derechos humanos universales.

Coherentes con estos propósitos, manifestamos las siguientes prioridades de nuestro Proyecto de Progreso Global:

1. La lucha contra la pobreza y el hambre, incluida la pobreza de capacidad inherente al subdesarrollo, contra la explotación y la desigualdad de acceso a los recursos económicos y tecnológicos mundiales. El año 2000 debe ser el decisivo para anular la deuda de los países más pobres. Los compromisos del Grupo de los 7, tienen que llevarse a la práctica, para que la anulación de la deuda se convierta en relanzamiento de las inversiones en los países concernidos. Inversiones en materia agroalimentaria, de infraestructuras civiles fundamentales, de formación y educación. En la lucha contra la pobreza debemos desarrollar estrategias específicas para las mujeres, como la gran mayoría que soporta las peores condiciones, agravada con el fenómeno de la globalización. La autonomía de las mujeres es esencial para erradicar la pobreza. Deben irrumpir en la corriente de desarrollo como participantes activas y no como meras receptoras de programas.

2. La lucha por los derechos humanos y la democracia. Defendemos la necesidad de avanzar en el "derecho de injerencia por razones humanitarias". Ninguna razón de Estado, ninguna pretendida diferencia de identidad, puede justificar el genocidio o la limpieza étnica, ni amparar la impunidad de los dictadores que violan sistemáticamente derechos humanos universales. La pobreza y el estado de necesidad no serán superados al margen del respeto a los derechos humanos y de la extensión de la democracia. Con harta frecuencia, y no por azar, los países pobres, abandonados a la miseria y a la marginación del desarrollo, soportan dictaduras, represión y tortura, cuando no genocidios, limpiezas étnicas y deportaciones en masa, unidas a la discriminación de la mujer. Derechos humanos y expansión de la democracia, en todos los rincones del planeta y en todas las identidades culturales, son aspiraciones fundamentales de la izquierda que representamos. Los derechos humanos de las mujeres son una parte inalienable, integral e indivisible de los derechos humanos universales. Su reconocimiento y completa puesta en marcha, exige combatir los obstáculos para la plena libertad y dignidad de las mismas, luchar contra la violencia, el tráfico y la prostitución forzada, promover la libre elección en materia de reproducción y salud, así como atender los problemas específicos sobre migraciones femeninas.

3. La construcción de la paz y la seguridad, a través de un nuevo orden internacional, con instrumentos multilaterales eficientes de prevención, gestión y arreglo de conflictos, es prioritaria para avanzar en la gobernabilidad de la nueva era de la globalización. Proponemos la reforma de la ONU y de su Consejo de Seguridad, mediante el aumento del número de sus componentes. Esto contribuiría a democratizar Naciones Unidas, haciendo más representativo de la nueva realidad al Consejo de Seguridad.

4. Aspiramos a un orden económico y financiero global, que exige la adaptación de los organismos nacidos hace 50 años, el FMI y el Banco Mundial, entre otros, así como el desarrollo de la Organización Mundial del Comercio. Todos han sido sobrepasados por las nuevas realidades y necesitan nuevos instrumentos de prevención y de acción. La inexistencia de un marco regulatorio para los impresionantes movimientos de capital a corto plazo, hace imprevisibles estos flujos, provocando continuas crisis financieras y contagios irrefrenables al sistema. Sin transparencia y control, perdurando paraísos fiscales, será cada día más difícil luchar contra el blanqueo de capitales, procedente de prácticas corruptas enraizadas en algunos países y de flujos contaminados con origen en la criminalidad organizada internacionalmente. El campo de la paz internacional, de la seguridad, tiene hoy una dimensión económica y financiera que tenemos que enfrentar con valentía desde las posiciones progresistas. Por eso es urgente asegurar una mayor transparencia del sistema financiero internacional; imponer reglas de prudencia a todas las instituciones financieras, incluso a los fondos de inversión especulativos y a las entidades extraterritoriales; abolir los paraísos fiscales; limitar los efectos desestabilizadores de la circulación de flujos especulativos a corto plazo hacia los países emergentes, mediante una apertura más ordenada de sus mercados de capitales; involucrar a las entidades prestamistas en la resolución de las crisis que contribuyeron a provocar; luchar contra el crimen organizado, el tráfico internacional de drogas y el blanqueo de dinero. Se debe instituir, bajo los auspicios de la ONU, un Consejo de Seguridad Económica.

5. La protección activa del ecosistema, que por definición no conoce los límites fronterizos de las sociedades humanas, nos exige respuestas rápidas y continuadas en el tiempo. Fomentar tecnologías preservadoras de los equilibrios naturales, está hoy al alcance de nuestras manos. Al mismo tiempo se plantean problemas éticos, jurídicos y culturales de enorme importancia ligados a los avances biotecnológicos que exigen atención y regulación, como advierten con insistencia los tecnólogos preocupados por las consecuencias para la sociedad de un mal uso de los avances científicos. La revolución tecnológica, en su neutralidad intrínseca, ofrece posibilidades inéditas en beneficio del ser humano, al tiempo que genera amenazas a su intimidad, a su dignidad e integridad, a su identidad cultural, como valores que tenemos la obligación de salvaguardar. Las agresiones a la convivencia en paz, adquieren hoy formas nuevas, de erosión de la naturaleza y de falta de respeto a la diversidad cultural. Asimismo, la comprensión de estos problemas y las acciones encaminadas a resolverlos desde el respeto y la consideración de que constituyen una riqueza plural compartida, son las guías de nuestra acción.

6. El regionalismo abierto se abre paso en la comunidad internacional. Europa camina decididamente hacia la conformación de una realidad económica y monetaria, pero también política y civilizatoria. Europa anticipa un modelo de regionalismo abierto que defendemos como una forma más adecuada de enfrentar los desafíos a los que no pueden responder eficientemente los Estados Nacionales. Soberanía compartida regionalmente que mejora la posición de los Estados que se integran. Otros ensayos de regionalismo abierto, con distintos grados de desarrollo, se están poniendo en marcha en distintos lugares del mundo, desde Latinoamérica a Africa, pasando por Asia. Estamos convencidos de que, tras la bipolaridad propia de la política de bloques, el nuevo orden internacional, en todos los frentes que hemos propuesto, será más fácil a través de la articulación de espacios regionales, supranacionales, con intereses e identidades civilizatorias comunes, dentro de la diversidad cultural. Estas formaciones no sólo desarrollarán con más eficacia sus economías y sus intercambios comerciales intrarregionales y con el resto del mundo, sino que podrán representar equilibrios nuevos en la política de paz y de seguridad, de defensa del medio ambiente, de transferencias de nuevas tecnologías. Las organizaciones que integran la Internacional Socialista, asumen y propugnan estos desarrollos regionales que pueden fortalecer el papel de Estados Nacionales con mayor eficacia que el puro multilateralismo.

Esas respuestas pertenecen al dominio de la política. Nuestra obligación es comprometernos, como responsables políticos, con esa tarea, transformando la incertidumbre en esperanza, aprovechando las inmensas ventajas de la revolución tecnológica, de la liquidación del equilibrio del terror, y minimizando los riesgos inherentes a todo cambio de era.

Reivindicar el papel central de la política, renovarla en sus funciones y procedimientos, aceptando la versatilidad de los instrumentos y afirmando el compromiso con los objetivos de mayor igualdad, mayor justicia y libertad, en cada una de nuestras sociedades nacionales y en la sociedad humana, es el Progreso Global que proponemos ante los desafíos de la globalización.