George Papandreou
Líder de PASOK y Presidente de la Internacional Socialista

En el periodo posterior a la crisis económica global que comenzó en 2008, Grecia se encontró al centro de una crisis de deuda soberana en Europa. Esta última crisis ha hecho destacar los defectos sistémicos que están sacudiendo los fundamentos de la Unión Europea. Estos desarrollos han tenido repercusiones para el mundo entero.

En primer lugar, estos desarrollos demuestran que teníamos razón cuando hicimos llamamientos a los gobiernos europeos y globalmente a tomar una acción decisiva para poner freno al poder exorbitante del sector financiero en el 2008.

A pesar de que Grecia mantiene un inmenso problema de déficit y deuda, el quel nuestro gobierno heredó del partido conservador, pudimos darnos cuenta desde el comienzo de que nuestro problema no era simplemente un fenómeno griego. Este era un problema más amplio, relacionado con la manera en que los mercados reaccionaron al alza de la deuda soberana después de la caída financiera del 2008. Los gobiernos en el mundo desarrollado que habían salvado a los bancos del desastre ahora eran castigados por la deuda que habían acumulado con altas e insostenibles tasas de interés.

Esto se agravaba con el hecho de que el mundo desarrollado se encontraba en una posición de relativa debilidad debido a la falta de competitividad. Por lo tanto, el crecimiento en muchas partes del mundo desarrollado ha quedado estancado.

Nuestro problema en Grecia estaba además ligado a la colectiva voluntad política en la Zona-Euro, y si nuestras decisiones colectivas serían suficientes para calmar a los mercados.

Dos años atrás, el Movimiento Panhelénico Socialista (PASOK), alcanzó una gran victoria sobre el partido conservador Nueva Democracia (ND). Yo asumí la responsabilidad de formar un gobierno que debía abordar los problemas acumulativos de los previos cinco años y medio de políticas conservadoras.

Cuando asumí como Primer Ministro, mi primera tarea fue hacer importantes cambios en la gobernanza, transparencia, meritocracia, igualdad e imperio de la ley. Estas eran reformas largamente esperadas. 

Grecia no era un país pobre; era un país administrado malamente. Derroches en el sector público, pobre uso de los recursos que reducía nuestra competitividad, y un clientelismo que creaba desigualdades sociales, se encontraban al centro de nuestros problemas económicos. Abordar estos asuntos era mi prioridad.

Sin embargo, el verdadero estado de nuestra situación fiscal era radicalmente diferente de lo que habíamos esperado. En 2009, antes de las elecciones, el gobierno conservador declaró que el déficit griego era del 4%. La Comisión Europea predijo que podía alcanzar el 6%. En realidad, el déficit era el 16% del PIB. Al mismo tiempo, nuestra deuda se había casi doblado durante los cinco años de gobierno conservador.

Una vez que tomamos conciencia de la verdadera extensión de nuestros problemas fiscales, Grecia se convirtió en un blanco fácil para los mercados reacios al riesgo. Enfrentamos una serie de ataques coordinados por parte de los especuladores y de las agencias de evaluación. También enfrentábamos el otro desafío: una Zona-Euro con una moneda común pero no acompañada por una política económica común. Sin los instrumentos financieros comunes necesarios para completar una unión fiscal.

En el pasado, dentro de un clima económico global diferente, Grecia podía solicitar préstamos a intereses muy bajos (lo cual permitió a gobiernos anteriores gastar indiscriminadamente), hoy, en cambio, muchos países en la Zona-Euro pueden recibir préstamos a intereses muy altos, lo que crea un círculo vicioso que los envuelve en una espiral de descenso.

Todo lo anterior abrió el camino para que las especulaciones monetarias del pasado se convirtieran en la especulación en deudas soberanas del presente. La especulación en una atmósfera de inseguridad se ha vuelto el modo de pensar dominante, aún para los inversores en los mercados que son más sanos y guiados por la estabilidad.

A pesar de nuestros mejores esfuerzos e intenciones, la situación continuó empeorando, no solamente para Grecia sino para toda la Zona-Euro. Nuestro problema de deuda se profundizaba debido a las repercusiones de la crisis global.

Para estabilizar la situación económica que se deterioraba rápidamente en Grecia, hicimos un acuerdo con la UE y el FMI para asegurar los fondos necesarios. Las condiciones de estos préstamos fueron implementar un ambicioso programa de consolidación fiscal que conllevaba hondos sacrificios para el pueblo griego.

Este esfuerzo ha sido doloroso pero en gran parte exitoso. Durante los últimos dos años, logramos la mayor reducción del déficit nunca vista en la Zona-Euro. Reducimos el déficit de 36,6 mil millones de euros en 2009, a 18,1 mil millones hoy día.

Nuestro presupuesto para 2012, el que se votará en las próximas semanas en el Parlamento, refuerza un difícil esfuerzo de ajuste fiscal que reducirá un déficit primario de 24 mil millones de euros en 2009, a un superávit primario de 3,2 mil millones de euros en 2012.

Irlanda y Portugal se encuentran ahora bajo un similar programa de disciplina fiscal.

Al mismo tiempo, Europa ha tomado una serie de decisiones en los últimos dos años que podrían abrir el camino para crear los necesarios instrumentos para eludir los temores del mercado y llevar una estabilidad fiscal a un número de países.

La UE tiene un complejo marco institucional de toma de decisiones. Sin embargo, nos ha sido posible tomar importante decisiones respecto a cooperación fiscal y coordinación, lo que habría sido insólito dos años atrás.

Pero incluso así, los mercados son mucho más rápidos para reaccionar. Ellos se adelantan a las decisiones políticas e invalidan a las instituciones democráticas. Aunque esto es un asunto muy importante para nuestras democracias hoy día, el hecho es que Europa ha estado haciendo muy poco muy tarde para enfrentar la crisis.

El 26 de octubre de 2011, Grecia alcanzó un nuevo acuerdo con la UE y el FMI. Este acuerdo ha sido saludado como un importante paso hacia una solución de los actuales problemas. Estas decisiones aliviarán en un 50% el peso de la deuda de propiedad privada en Grecia, dará nueva vida a nuestro sistema bancario y garantizará nuestras finanzas para los próximos pocos años. Durante este periodo, tendremos la oportunidad de continuar las necesarias reformas para hacer a nuestra economía más viable y justa.

Sin embargo, aunque estas decisiones eran de mayor importancia para el futuro de Grecia, nuestros ciudadanos estaban frustrados después de dos años de sacrificios. Ellos sentían la pesada carga de las dolorosas medidas fiscales, pero también sentían que el peso no estaba distribuido de manera pareja. Esto es porque tuvimos que tomar medidas inmediatamente, aún antes de que pudiéramos establecer una sociedad más justa.

La lentitud europea para la toma de decisiones, como también las dificultades para implementar reformas mayores en tan corto tiempo, han costado su precio. El pueblo griego ha sacrificado mucho y todavía sienten las consecuencias de una precaria atmósfera económica.

Nosotros, los progresistas, hemos insistido por mucho tiempo en que es contraproducente intentar lograr la consolidación fiscal sin medidas paralelas que promuevan el crecimiento y aborden la dimensión social de las políticas. Nosotros habíamos pronosticado que tal camino crearía un tenso clima social.

Este clima volátil fue agravado por el hecho de que la mayoría de los partidos griegos de oposición y los medios griegos socavaban nuestros esfuerzos de reforma. Con términos altamente populistas, ellos alentaban a los ciudadanos a reaccionar y resistir de la manera más negativa y violenta, socavando nuestras instituciones democráticas y el éxito de nuestro programa. Aquéllos al frente de esta oposición eran a menudo miembros de una élite establecida que no quería reformas ya que temían por sus privilegios.

Frente a un establishment político que resistía y a un liderazgo europeo que se mostraba inadecuado para tratar las causas al fondo de la crisis, los desencantados ciudadanos comenzaron a sentirse más y más separados de la política. Ellos sintieron una creciente distancia entre lo que ellos habían elegido con sus votos y esperado, y lo que estaba sucediendo.

Como resultado de esto, nuestra mayoría parlamentaria comenzó a erosionarse, poniendo en peligro la ratificación e implementación de las decisiones de la Cumbre Europea del 26 de octubre.

Yo decidí tomar una iniciativa que devolviera el poder a los ciudadanos. Decidí que era mejor confiar en el pueblo, en su capacidad de crítica, su sentido de patriotismo, su sentido de responsabilidad para pasar por alto un establishment político-económico que quería el fracaso a toda costa. Esta iniciativa sería también una clara respuesta para aquéllos en Europa que dudaban de nuestra decisión de hacer cambios para una Grecia mejor.

Un referéndum daría al pueblo de Grecia la oportunidad de decidir sobre su futuro. Tomar el problema en sus propias manos. Decidir por ellos mismos lo que era mejor para el país. Esto también habría dado a nuestras políticas una directa legitimidad democrática, requisito esencial para proceder con las importantes reformas y romper la resistencia de los intereses creados.

Mi propuesta dio origen a un encendido debate en todas las esferas públicas de Grecia. Por primera vez, los políticos, los líderes de opinión y los ciudadanos se encontraron cara a cara con los reales desafíos, con el verdadero dilema que teníamos.

Mientras parte del establishment político de Europa también reaccionaba negativamente, yo seguía firme en mi posición. No podíamos implementar el acuerdo sin un consenso nacional más amplio.

La propuesta de referéndum creaba un nuevo impulso y cambiaba el debate público. Por primera vez, se abría una ventana de oportunidades para un consenso nacional más amplio. Por primera vez, los partidos que habían objetado vehemente cualquier cambio fiscal o estructural se manifestaban a favor del acuerdo del 26 de octubre.

Yo hice uso de esta ventana de oportunidades invitando a todos los partidos políticos a negociar un gobierno de unidad nacional. Luego de intensas negociaciones, formamos un gobierno interino encargado de implementar las decisiones del 26 de octubre. El nuevo gobierno de transición bajo Lucas Papademos recibió recientemente un rotundo voto de confianza en el Parlamento Griego.

A medida que la crisis global continúa su espiral en caída cada vez más pronunciada, es más importante que nunca abordar los desafíos que yacen por delante en Europa y globalmente, sobre cómo queremos que funcionen nuestras economías y nuestras democracias para servir a los intereses de las personas.

Es aún más urgente para nosotros, los progresistas, proponer nuevas herramientas para rediseñar las instituciones financieras y garantizar una buena gobernanza democrática. Políticas que garanticen mayor transparencia e igualdad, redefinir el papel de los mercados, especulación y derivados, agencias de evaluación y paraísos fiscales. Continuaremos haciendo escuchar nuestra voz promoviendo políticas para la justicia social y medioambiental, y asegurando los necesarios fondos de desarrollo para las regiones más vulnerables del mundo.

 

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