PLATAFORMA PARA EL PROGRESO GLOBAL
I. LOS DESAFIOS DE LA GLOBALIZACION
1. Hoy en día, el mundo está viviendo una nueva era, marcada por el poderoso fenómeno de la globalización. Pasamos de la sociedad industrial a la sociedad de la información, del conocimiento, con rapidez y profundidad desconocidas en la historia humana.
La revolución tecnológica, incluidos los avances en el proceso de la biotecnología y la información, es el factor desencadenante de este proceso trascendental. Las innovaciones tecnológicas y los sistemas de comunicación cada vez más sofisticados abren espacios de oportunidad completamente nuevos que permiten la creación de riqueza y de desarrollo económico. Esto puede observarse en la forma en que la globalización del comercio y el aumento del flujo de capitales han ayudado a crear un crecimiento económico sin paralelos en un gran número de países y regiones del mundo, y a promover importantes avances científicos en materia de medicina o en la producción alimentaria.
Sin embargo, en el mundo, continúa creciendo la brecha entre ricos y pobres, tanto dentro de las naciones como en las diferentes regiones del mundo; aparecen nuevas formas de exclusión social relacionadas con la evolución tecnológica, especialmente el riesgo de la brecha provocada por la evolución de las nuevas tecnologías digitales; crece la concentración del poder financiero y económico, combinado con una vulnerabilidad ante las crisis financieras; se debilita la democracia representativa así como el papel de la política; proliferan los conflictos, dentro y entre las naciones; crece el deterioro y el agotamiento de los recursos naturales. Y, todo ello provoca incertidumbre sobre las consecuencias de este cambio de era.
Ante ello, la Internacional Socialista redobla su compromiso con miras a que la globalización redunde en beneficio de todos los habitantes del planeta. El objetivo es vincular la revolución tecnológica y el crecimiento material derivado de ella, con el avance social de un proceso totalmente democrático y sostenible, en otras palabras, se trata de conducir el cambio global para que traiga consigo el progreso global.
La clave de nuestros esfuerzos y el elemento que orienta la respuesta de nuestra Internacional a los desafíos de la globalización, es la Solidaridad: la Solidaridad desde un punto de vista material, pero también desde la perspectiva de la cultura, la educación, la igualdad de géneros y la promoción del respeto a los derechos humanos fundamentales en todas partes. En esencia, el progreso global depende de la solidaridad global.
2. Los principales aspectos de la globalización son:
La globalización de la información, que junto con cambios radicales en los modos de comunicación en la era digital y las drásticas reducciones en tiempo y distancia, ha hecho posible establecer relaciones virtuales entre las personas en cualquier rincón del planeta y sobre cualquier materia casi instantáneamente. Como resultado, las fuerzas de la tecnología y del mercado se han desatado a una escala sin precedentes.
La globalización de la economía y el comercio, que produce una alteración substancial de sus estructuras del comercio, de las inversiones, de las empresas y de las relaciones industriales. Las nuevas tecnologías aumentan la productividad y crean nuevos tipos de trabajos sin que las ganancias sean distribuidas de manera equitativa. Al mismo tiempo, muchos puestos de trabajo que antes fueron considerados permanentes resultan ahora innecesarios y se cuestiona el concepto tradicional de empleo. En sociedades avanzadas, la importante práctica del trabajo compartido, de la cooperación y de la experiencia en un mismo lugar de trabajo está desapareciendo lenta pero seguramente.
La globalización del sistema financiero, ha traído consigo un aumento exponencial de los movimientos de capitales a corto plazo, pero sin proporcionar un efectivo marco regulatorio que los haga previsibles. Más del 90 por ciento de estos flujos de capitales se realizan casi de forma inmediata. Durante la última década, países y regiones enteras han estado sometidos a una serie de crisis financieras como resultado de repentinos cambios en los flujos de capitales. Cada una de estas crisis ha limitado el crecimiento económico, la renta y el empleo, al mismo tiempo que amenazan con extenderse fuera de todo control.
3. La gran paradoja de la era actual es que, a pesar de que la humanidad nunca antes había tenido más posibilidades de luchar contra problemas ancestrales de desigualdad, de hambre, de enfermedad o de carencias de educación, las oportunidades han sido, hasta ahora, utilizadas para aumentar las distancias, no para acortarlas. Uno de los desafíos que enfrentamos, por ejemplo, es reducir a la mitad en el año 2015, como lo acordara la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, la cifra de 800 millones de seres humanos que hoy sufren hambre en el mundo y cuya mayor parte se encuentra en los países en desarrollo.
Una de las más graves desigualdades que aún persisten es la que se da entre hombres y mujeres, a pesar de que la búsqueda de la igualdad de derechos ha supuesto uno de los más importantes y positivos movimientos del siglo XX.
Y, a pesar de que la globalización ha llevado a una mayor prosperidad para algunos y a un aumento de la pobreza y a la dislocación para otros, sin embargo, dicha globalización ha traído consigo una interdependencia cada vez mayor, en la medida en que el impacto y las repercusiones de los flujos migratorios, de las crisis financieras, de los desastres medioambientales y de los conflictos bélicos, se extienden rápidamente por todo el planeta.
4. La caída del muro de Berlín supuso el símbolo de la transformación política de nuestra era, cerrando las puertas a las terribles certidumbres del siglo XX y abriendo las ventanas de las incertidumbres esperanzadas del nuevo milenio.
El fin de la confrontación bipolar, basada en la política de bloques de la Guerra Fría, resultó también en la recuperación de las libertades y en el establecimiento de gobiernos elegidos democráticamente en muchos países. Pero, los "dividendos de la paz" aún no han llegado a la mayoría de los pueblos del mundo, ni tampoco la esperanza de un nuevo orden internacional que reemplace el viejo sistema basado en el equilibrio de la amenaza del terror. En cambio, el mundo se ha convertido en una forma de desorden generalizado y más volátil, con continuas amenazas a la paz y a la seguridad como resultado de crecientes choques étnicos y culturales y de un agresivo, y a menudo atávico, nacionalismo.
Más aún, la liquidación del modelo comunista, como alternativa totalizadora a las democracias "capitalistas", llevó a las ideologías neoliberales y neoconservadoras a adoptar una simplificación fundamentalista del mundo que les llevó a confundir economía de mercado con sociedad de mercado y a proclamar el fin de cualquier debate ideológico sobre la naturaleza de la economía política. El paradigma neoliberal no se preocupa mayormente por la democracia representativa, los derechos humanos, la justicia social y el medio ambiente, y considera a la globalización como un proceso desregulado que permite hacer cualquier cosa en cualquier lugar a fin de lograr el máximo de ganancias.
Sin embargo, en respuesta al alarde neoliberal y a la persistente amenaza de inestabilidad, tanto política como económica, ha surgido una gran diversidad de ideas políticas y de conceptos culturales. Juntos, ellos constituyen un creciente y profundo rechazo al fundamentalismo neoliberal y a la fe ciega en el mercado. Eso, a su vez, ha motivado a un número creciente de ciudadanos y de ciudadanas a adoptar la opción de la justicia social a través de la solidaridad global ofrecida por el socialismo democrático, la socialdemocracia, el laborismo y otras alternativas progresistas. Todo esto ha abierto las puertas a una renovada izquierda democrática. Lo que ha surgido es una visión de la globalización basada en una sociedad mundial democrática, un nuevo sistema de responsabilidad colectiva en que las consideraciones de orden político tienen prioridad sobre las de orden puramente económico.
5. El papel del Estado-nación, ámbito tradicional de la democracia representativa y de la soberanía democrática, está siendo transformado substancialmente y su futuro permanece incierto. Las estructuras altamente centralizadas han pasado a la historia y, ahora, se han iniciado múltiples discusiones y se han desplegado grandes esfuerzos con el fin de determinar las dimensiones necesarias y suficientes del Estado-nación en esta nueva era.
La globalización ha incrementado el poder y la influencia de las corporaciones multinacionales, de los manipuladores de los mercados de divisas y de las organizaciones económicas internacionales a expensas de los gobiernos, de los electores y del proceso democrático. Bajo la ideología neoliberal, la creencia compulsiva en el Estado Mínimo va acompañada por una adopción sin reservas del individualismo y la privatización, hecho que ha llevado a la erosión del espíritu comunitario y a la desintegración del espacio público. Aún la provisión de derechos que se proclaman universales, como el derecho a la educación o a la salud, no encuentra la correspondencia de obligaciones políticas para los neoliberales.
Como resultado, a lo largo de esta última década el espacio mismo de la política se ha menoscabado y se ha estrechado. Y, el Estado-nación, con una capacidad menor para responder eficientemente a los fenómenos que trascienden las fronteras nacionales, está menos posibilitado a representar fehacientemente los intereses de sus ciudadanos y ciudadanas.
Como respuesta a las nuevas fuerzas globales, el Estado-nación está cambiando su naturaleza y su estructura en dos direcciones: primero, hacia la supranacionalidad, como vemos en la integración regional a través de la Unión Europea y de Mercosur. Estos esfuerzos están basados en el reconocimiento de que el Estado-nación no puede, por si mismo, responder a los retos de la globalización. Al mismo tiempo, sin embargo, la integración regional puede cuestionar la soberanía del Estado-nación como también la autoridad de los gobiernos elegidos dentro de ellos.
El segundo proceso, estrechamente vinculado a la menor capacidad de los gobiernos, se dirige hacia la descentralización del poder dentro del Estado-nación. Esto se basa en la reclamación de respuestas más eficientes a los problemas locales dentro de los países y al creciente deseo entre los ciudadanos de preservar las identidades locales y culturales contra la amenaza homogeneizadora de la globalización. Dicho proceso se manifiesta en una distribución territorial interna del poder con miras a alcanzar una mayor flexibilidad, una mayor proximidad a las vidas cotidianas de los representados y, a veces, una mayor adecuación a la diversidad étnica y cultural. Sin embargo, el concepto de traspasar el poder basándose en las diferentes identidades étnicas sigue siendo polémico, aún cuando la alternativa parece ser el aumento de la amenaza de desintegración social y de quiebre del Estado-nación como tal. No obstante, a medida que el Estado-nación experimenta estos procesos, este permanece aún como el cuadro más importante de la democracia, de la transparencia y de la cohesión social.
La importancia de estos factores de un valor incalculable, especialmente en esta época de la globalización, fue muy obvia durante la crisis asiática de hace unos años atrás. Dichos factores pueden no corresponder a ideologías neoliberales de corto alcance que confunden valor y precio; pero, son esenciales para la estabilidad económica y social, que constituyen a la larga, ventajas comparativas importantes.
El Estado-nación continúa siendo la principal entidad que puede asegurar que los mercados sean utilizados al servicio del bien público, y no solamente de los intereses de los inversores. La transformación de monopolios públicos en oligopolios privados cuyo único fin es el beneficio a corto plazo, ha llevado hasta ahora a una grave desigualdad social y económica en muchos países. Por lo tanto, los gobiernos deben proveer el marco dentro del cual la privatización de los servicios públicos, tales como las telecomunicaciones, la energía y el transporte, esté debidamente regulada con el fin de poder promover unos servicios justos y efectivos.
6. La era de la globalización está impactando con fuerza en la realidad internacional. Los cambios tecnológicos, como también las nuevas amenazas medioambientales, los constantes flujos migratorios, la reafirmación de identidades culturales y la pérdida de autonomía de la política a escala nacional, constituyen los factores que aumentan el nivel de desorden en el mundo y en las crisis que surgen, las que son cada vez más globales.
Las estructuras, nacidas en la postguerra y adaptadas a los requerimientos de un mundo organizado en torno a dos bloques -cuya influencia y alcance afectaron tanto a la política y a la seguridad, como a la economía, al comercio y a las finanzas en todas partes- han demostrado ser inadecuadas y en algunos casos obsoletas.
Las estructuras de Naciones Unidas, en particular del Consejo de Seguridad, son cada vez más impotentes, indecisas e incapaces de encontrar los recursos para responder a conflictos nacionales y regionales cada vez más complicados, involucrando a guerras inter-étnicas y a violaciones masivas de los derechos humanos. La continua difusión de armas nucleares y convencionales, así como la facilidad de acceso a armamento sofisticado y de alta tecnología a terroristas y a grupos criminales organizados internacionalmente, constituyen amenazas para las que no existen instrumentos adecuados en la comunidad internacional.
En el campo económico y comercial, la Organización Mundial del Comercio (OMC), ha sido un marco útil y en gran medida exitoso, pero no ha sido capaz de lograr equilibrios en los intercambios entre países con distinto nivel de desarrollo, lo que es una de las razones por las que subsiste un comercio desigual con la consiguiente transferencia de riqueza de los países del Sur hacia los del Norte. Al mismo tiempo, la globalización ha cambiado las fronteras tradicionales del desarrollo, incorporando a regiones otrora preteridas, pero excluyendo dramáticamente a otras que se hunden en la pobreza.
La OMC tampoco ha sido capaz de asegurar el respeto a las reglas de juego establecidas, como la continuación de prácticas proteccionistas -por ejemplo, el extendido uso de subsidios nacionales para la agricultura en el mundo desarrollado- que empeoran los desequilibrios existentes y menoscaban los esfuerzos por promover el crecimiento en los países pobres y en desarrollo. El dumping social se difunde a medida que esos países luchan por lograr la capacidad de competividad y por proveer empleo en condiciones desesperadas. Esta tendencia negativa afecta a los derechos sociales en general, especialmente a los derechos de la mujer y de las minorías étnicas.
La OMC tampoco ha logrado evitar o disminuir la explotación del trabajo infantil y el trabajo forzado, que son las más lacerantes manifestaciones del dumping social. Mediante nuestros esfuerzos por el desarrollo, se deben crear condiciones que ayuden a los niños a abandonar el trabajo e ir a las escuelas, como también aumentar las oportunidades para sus padres para que no dependan más del ingreso de sus hijos.
Al mismo tiempo, la pugna por la inversión directa ha conducido a que los gobiernos tiendan a gravar menos los capitales, optando en su lugar por gravar más el trabajo. El recorte de las prestaciones sociales, por razones de competitividad, deteriora el trabajo y la calidad de vida, aumenta la pobreza y por otra parte, hace que la demanda del consumidor disminuya, y limita el crecimiento.
Acerca de los derechos laborales en general, el desfase entre los principios inspiradores de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y su falta de autoridad para imponer su cumplimiento, constituyen otra señal de las carencias de la comunidad internacional frente a la dimensión social del comercio global.
7. En el orden financiero global, es evidente que, con el crecimiento exponencial de los flujos financieros a corto plazo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial no pueden hacer frente a las cada vez más frecuentes turbulencias financieras. Los problemas dentro del FMI y del Banco Mundial son explicables, en parte, debido a las funciones diferentes de ambos organismos y a la obsolescencia de muchas de sus reglas que los rigen desde hace medio siglo. Y, aunque su diferenciación inicial tenía su mérito, ya que el FMI era un órgano dedicado a dar apoyo a la balanza comercial a corto plazo con objeto de evitar una devaluación indeseable o una deflación innecesaria, mientras que el objetivo del Banco Mundial era el desarrollo a largo plazo, los papeles se han confundido desde los años 80, cuando el Banco impuso sobre el FMI la condicionalidad cruzada como requisito para emprender programas de desarrollo.
Respecto a la protección medioambiental y a la sostenibilidad de los recursos naturales, es obvio que aún no existen los instrumentos necesarios ni el consenso internacional. Los compromisos resultantes de las cumbres de Río y de Kyoto no han sido cumplidos, en tanto que los esfuerzos por ponerlos en marcha han exacerbado las profundas discrepancias entre los países centrales por un lado, y, por otro lado, las naciones emergentes que temen que las restricciones medioambientales los marginarán aún más de la carrera global por el desarrollo económico.
Al mismo tiempo, una de las grandes y trágicas ironías de la era global es que mientras se van bajando o haciendo desaparecer las barreras contra el comercio y el flujo de capital, especialmente entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo, se refuerzan y levantan nuevos obstáculos contra el movimiento de las personas. De hecho, la libertad para transferir prácticamente cualquier cosa -bienes, divisas, servicios, empresas- es considerada actualmente como un derecho, excepto cuando se refiere al movimiento de seres humanos, de quienes se espera, por parte de muchos en el mundo desarrollado, que permanezcan prisioneros de su propio destino, aunque les depare un porvenir intolerable.
No obstante, el flujo de personas, más del 50 por ciento de ellas mujeres, continúa aumentando. Buscando mejorar sus vidas o escapando de persecuciones políticas, étnicas, religiosas o culturales, estos inmigrantes permanecen imperturbables ante la escalada de la xenofobia. Más aún, resulta imposible disuadirlos por el medio que sea, mientras que prever las consecuencias para los países a los que llegan y para los países de origen sigue siendo no menos difícil.
II. DEMOCRATIZANDO LA GLOBALIZACION
1. A través de la historia de la Internacional Socialista, y especialmente en este período de su mayor expansión, nuestra organización permanece comprometida con la labor de impulsar y de consolidar sociedades más libres, justas y cohesionadas, respetando al mismo tiempo las identidades individuales, las historias, las culturas y las diferentes etapas de desarrollo de cada nación del mundo.
Como nos recordaba Willy Brandt, los miembros de nuestra Internacional -socialistas democráticos, socialdemócratas, laboristas y de otras corrientes del pensamiento progresista- han demostrado ser capaces, en cada época de la historia, de renovarse y adaptarse a los cambios acaecidos en el mundo. Más recientemente en Europa, por ejemplo, la socialdemocracia ha demostrado su capacidad reformadora en la consecución de sus objetivos fundamentales de libertad, de paz y de justicia social, en momentos en que se ponía de manifiesto el fracaso del llamado "socialismo real".
2. La principal tarea, que nos incumbe hoy, es dar al proceso de globalización una dimensión social y ponerlo al servicio de la humanidad. Dicho de otra manera, el objetivo es realzar los efectos positivos de la globalización y limitar los aspectos negativos. Esto significa que la globalización debe ser regulada, pero de manera equilibrada, logrando el equilibrio necesario a través de la renovación y el fortalecimiento de la gobernabilidad en todos sus niveles: autoridades locales, Estado-nación, organizaciones regionales e instituciones internacionales.
Se deben establecer nuevas reglas de gobernabilidad, incluyendo medidas con miras a conseguir una mayor participación ciudadana, para poder responder, de manera efectiva, a los nuevos y complejos desafíos. En particular, hay que dar a los jóvenes, quienes forman la mayoría de la población en un número creciente de países, mayores posibilidades de participación en la toma de decisiones. La reducción de la edad mínima para obtener el derecho a voto a los 18 años debe ser universal. Asimismo, reiteramos nuestro compromiso con miras a rejuvenecer la política, promoviendo a los jóvenes a responsabilidades y a puestos electivos. Deben reforzarse las instituciones democráticas a cada nivel cuando existan y crearlas donde sean necesarias.
El socialismo democrático ha nacido y se ha desarrollado basado, en parte, en una relación crítica con el capitalismo. La Internacional Socialista reconoce y respeta la función creadora y productiva del mercado. La democracia siempre se ha desarrollado en sociedades con sistemas económicos de mercado. Pero no pedimos al mercado lo que no puede ofrecer. Además, constatamos que existen sistemas políticos autoritarios que permiten el funcionamiento de los mercados y, por lo tanto, no confundimos mercado y democracia.
Más aún, reconocemos que la educación, la sanidad, la diversidad cultural añaden valor, ayudando a un buen funcionamiento de la economía abierta, haciéndola no solamente más fuerte y más productiva, sino que también más sostenible en el tiempo. Sin embargo, el mercado, por si mismo, no puede asegurar que estos elementos existan y sean protegidos, y es por ello que las sociedades son más fuertes y cohesionadas, donde el socialismo democrático ha influido decisivamente en la estructuración de políticas públicas.
3. Por lo tanto, reafirmamos:
4. La solidaridad es la clave de los esfuerzos de nuestra Internacional por conformar una sociedad democrática global. La solidaridad ha estado al centro de nuestro movimiento desde sus inicios y nos ha colocado en la vanguardia de la respuesta a los nuevos desafíos de la globalización. Es en gran parte gracias a nuestra larga y decidida labor que Europa cuenta con un Tratado que incluye un sólido contrato de solidaridad social. En este mismo sentido, nuestros partidos y nuestras organizaciones miembros redoblan sus esfuerzos con el fin de extender este contrato a escala global, con miras a formar un consenso mundial que lleve a acuerdos concretos para abordar la dimensión social de la globalización.
La solidaridad es fundamentalmente la lucha contra la desigualdad y nos ha guiado, también, en nuestra lucha por la igualdad de géneros y contra cualquier forma de discriminación por razones de origen, de etnicidad, de creencias religiosas o de credo político. Nuestros esfuerzos continúan orientados hacia la redistribución, dentro de los países e internacionalmente, sea de bienes materiales, de educación, de sanidad o de seguridad en la vejez.
Además, observamos que el reconocimiento y la satisfacción de los derechos sociales requieren de la aceptación de la correspondiente responsabilidad cívica, según la cual los ciudadanos mismos deben participar activamente en la mejora y en la protección del bien común. Por eso, reafirmamos la necesidad de un equilibrio entre derechos y responsabilidades, entre políticas activas, que avancen en la inclusión del mayor número de personas, y políticas universales que eviten el olvido de los excluidos.
Al mismo tiempo, proponemos una nueva dimensión de la solidaridad basada en la redistribución del espíritu de iniciativa en la capacidad emprendedora y en una voluntad de asunción de riesgos, porque todo esto nos lleva a crear oportunidades y a generar riqueza para otros. Creemos que, junto con compartir la tecnología y los conocimientos prácticos, la lucha contra la pobreza dentro del ámbito competitivo de hoy en día requiere de la promoción del espíritu de empresa en las tareas sociales y culturales emprendidas. Esta nueva dimensión de la solidaridad necesita de cambios en las actitudes sociales, como también en los sistemas educativos y de formación profesional, para que la iniciativa y la creatividad de las personas puedan ser recompensadas debidamente. La redistribución de actitudes emprendedoras en este sentido cooperativo será una nueva dimensión de la solidaridad directamente opuesta al individualismo descomprometido con la sociedad, proprio de la ideología neoliberal.
5. La Internacional Socialista cree que el elemento fundamental para el establecimiento de una sociedad democrática mundial sigue siendo el Estado-nación, incluyendo a partidos políticos, a instituciones públicas, a organizaciones y a movimientos cívicos que canalicen y respondan a las aspiraciones de los habitantes de una nación. Un mundo sin regulación o claros compromisos derivará hacia la disgregación; y solamente los gobiernos, basados en el imperio de la ley, podrán equilibrar las fuerzas centrífugas y atomizantes que pueden desencadenarse debido a movimientos del mercado y amenazar la cohesión necesaria para cualquier empresa humana.
Además, nuestra Internacional propugna la actualización y la adaptación del papel del Estado-nación, no solamente en términos de una gobernabilidad más efectiva y representativa, sino que especialmente a través de una mayor interacción entre los países a escala regional. El fortalecimiento de las estructuras regionales, basado en intereses comunes y en el respeto a la diversidad cultural, ha cobrado hoy una importancia crítica frente a la naturaleza de los problemas fronterizos que originan las corrientes globales. El objetivo no es solamente mejorar el bienestar de los países individuales a través de una mayor cooperación económica y del comercio, sino también desarrollar políticas más amplias y equilibradas para alcanzar la paz y la seguridad, la preservación del medio ambiente y la transferencia e intercambio de tecnología en forma equitativa. Europa avanza decididamente hacia una forma abierta y flexible de integración regional, que apoyamos como la manera más apropiada de abordar los desafíos a los que no puede dar una respuesta efectiva el Estado-nación actuando por si solo. Asimismo, apoyamos la integración regional en proceso de desarrollo actualmente, en diferentes etapas, en otras partes del mundo desde América Latina a Africa y Asia.
Las relaciones más firmes entre Estados de una misma región geográfica fortalecerán, a su vez, las bases para una mayor cooperación en el ámbito mundial, especialmente a través de las Naciones Unidas, cuyo trabajo permanece esencial para las perspectivas del progreso global. No obstante, los retos de hoy hacen necesario un nuevo orden mundial, con nuevos y eficientes instrumentos multilaterales para prevenir, gestionar y resolver los conflictos. Como un paso concreto hacia el logro de esta tarea, la Internacional Socialista apoya la propuesta destinada a aumentar democráticamente el número de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y se esforzará por conseguir una reducción en el uso del poder de veto. Tal medida contribuirá a democratizar a Naciones Unidas en general, haciendo que el Consejo de Seguridad sea más representativo de la nueva realidad global.
En sus continuos esfuerzos por promover la solidaridad global, como parte del fundamento del nuevo orden mundial, la Internacional Socialista:
III. GESTIONANDO LA GLOBALIZACION
1. La globalización es una fuerza motriz poderosa capaz de fomentar el crecimiento y el desarrollo. Pero, las sacudidas destructivas, que han afectado a la economía global en varias ocasiones a lo largo de estos últimos años con verdaderas consecuencias transnacionales, subrayan la necesidad de resolver esta paradoja crucial: hoy en día, el comercio y los mercados financieros se desarrollan en el plano global, pero la gobernabilidad y la regulación aún tienen un ámbito meramente nacional.
Por lo tanto, el reto fundamental es, reestructurar el desequilibrio actual entre el poder ascendente de los mercados financieros y la disminución del poder de los gobiernos para pedirles cuentas. Para que los mercados financieros estén al servicio de la gente en lugar de que rijan lo que hacen los gobiernos, necesitamos asegurarnos de que puedan potenciar el empleo y el bienestar y recortar al mínimo los riesgos medioambientales. Los mercados necesitan reglas que propicien resultados positivos para todos. En una economía global, sólo por mediación de la globalización de la propia reglamentación, contando con la total cooperación y los esfuerzos coordinados del Estado-nación y de la comunidad internacional se podrá aceptar el desafío.
A este respecto, nuestras acciones deben centrarse alrededor de tres tareas interrelacionadas:
2. El marco general para prestar apoyo a las economías en desarrollo y en transición debe ser reexaminado y redirigido, desarrollando acciones que incluyan:
3. Propuestas para un nuevo enfoque de la asistencia al desarrollo:
Las políticas de ajustes estructurales, reforzadas por una condicionalidad cruzada entre el Banco Mundial y el FMI, han sido sufragadas en gran parte por los países pobres. Al mismo tiempo, el "goteo" económico se da muy raramente en la práctica, mientras que el ingreso y la riqueza tienden a marcar un movimiento de abajo hacia arriba. Para romper este ciclo, es necesario tomar medidas audaces para reducir la pobreza mediante la aplicación de un programa global de gasto directo en las áreas de la sanidad, la educación, la nutrición, la vivienda y la higiene, para aquéllos más necesitados, tanto en países en vías de desarrollo como en los de menor desarrollo.
Tal programa debería tomar como punto de partida el examen minucioso de la coyuntura particular de cada país, para así preparar adecuados y apropiados proyectos de ayuda. El gasto social, una vez efectuado, debería ser vigilado y sujeto a la condicionalidad; los buenos proyectos podrían ser ampliados con nuevos fondos; los programas improductivos no lo serían; y el mal uso y la mala asignación de fondos serían sancionados.
Una de las razones del reducido nivel de inversión institucional en los países en vías de desarrollo reside en las deficiencias internas de sus propios intermediarios financieros y en el riesgo asociado. En un gran número de países esta circunstancia se puede ver compensada reforzando las instituciones nacionales en colaboración con los órganos multilaterales. Los inversores institucionales, en particular, buscan emisiones de bonos públicos cuando las bolsas están a la baja o estancadas. Es en este sentido que el Banco Mundial podría asumir un fuerte protagonismo con la emisión de bonos de desarrollo, que podrían cofinanciar una serie de inversiones diversificadas en países menos desarrollados. Con el fin de compensar la restricción del crédito y reforzar la capacidad empresarial, el Banco debería también introducir un Fondo Global para Inversiones de Riesgo, orientado a la cofinanciación de mercados de capital de riesgo para las pequeñas y medianas empresas en los países en vías de desarrollo.
Otras propuestas relacionadas con la asistencia al desarrollo:
4. Propuestas para coordinar políticas económicas con miras a promover un crecimiento sostenible:
Con el fin de lograr el crecimiento sostenible, se necesita una demanda estable, capaz de ser ampliada. Como se subraya en el tratado de la OMC, la liberalización del comercio y la apertura de los mercados en los países desarrollados deben ir complementados por la promoción de una demanda para lograr el pleno empleo. Hay que incitar una mayor apertura de las economías de los países desarrollados, evitando el dumping social. El comercio, además de ser libre debe ser justo.
Con el fin de promover un comercio leal, la OMC debe adoptar un sistema de preferencias que favorezca a los países menos desarrollados, combinado con la adopción de una cláusula social, que prohiba el trabajo forzado y de menores y garantice al mismo tiempo, la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, las libertades sindicales y los derechos de negociación colectiva.
La responsabilidad fundamental aún sigue recayendo sobre los países industrializados, tanto en interés propio como en un interés global. Ellos conforman el núcleo del sistema mundial. Con sus políticas económicas, determinan la demanda global. Su papel en la determinación de los tipos globales de interés a largo plazo debería consistir en mantener un ciclo virtuoso entre el ahorro y el crecimiento y a optar, en lugar del reducido riesgo de inflación, por el más elevado riesgo de subproducción y de subempleo.
Varios gobiernos ya son conscientes de que, hoy en día, el mayor peligro no consiste en la inflación, sino en la deflación, la depresión y el desempleo. Para contrarrestar esa amenaza, y a objeto de aumentar el empleo, de aliviar la exclusión social y de mejorar en general el bienestar público, es necesario:
5. Propuestas de reforma del marco internacional de la regulación financiera y económica:
Las instituciones financieras internacionales fueron creadas hace más de medio siglo en un contexto macroeconómico que ha cambiado drásticamente. Dichas instituciones no están equipadas para hacer frente a los retos que el mundo, especialmente los países en vías de desarrollo y las economías en transición, confrontan hoy en día. Esto podría remediarse con una revisión substancial del funcionamiento de las instituciones de Bretton Woods, con los países en desarrollo cumpliendo un papel importante en las discusiones y realización de las reformas.
Al considerar los ajustes y las mejoras aportadas al marco de Bretton Woods, tanto los gobiernos como las instituciones multilaterales deben tener como prioridades: la promoción del crecimiento y del desarrollo global sostenible; la promoción y la consolidación de los derechos sociales y el bienestar común; la protección y la mejora del medio ambiente; y la regulación, la transparencia y la responsabilidad de los mercados financieros a escala global.
Este enfoque requiere un nuevo equilibrio entre la seguridad colectiva y la responsabilidad individual, un equilibrio que daría una base para: